Oropesa de Toledo






    Oropesa de Toledo es cabeza de la comarca de la Campana de Oropesa. Se halla a unos 30 kilómetros de Talavera de la Reina, en el valle del Tiétar, frente a la sierra de Gredos.
 

    Las extensas tierras de la Comarca de Oropesa limitan con Cáceres y con Ávila, y dominan los pasos naturales entre las dos mesetas.





    En el siglo XII se inició la repoblación de Oropesa y se levantó un castillo, conocido como el Viejo.



    En 1355 Pedro I entregó la población, para su defensa, a García Álvarez de Toledo, uno de sus más firmes apoyos.



    Concluida la guerra civil castellana entre Pedro y Enrique, en 1369, éste, ya rey, entre sus medidas para ganarse a la nobleza, nombró a García Álvarez de Toledo Señor de Oropesa.



    La Casa de Toledo se fortalecerá a lo largo de la crisis bajomedieval y las guerras civiles castellanas hasta convertirse en una de las más poderosas de la alta nobleza.



    A comienzos del siglo XV los nuevos señores construyeron un nuevo castillo, con carácter palaciego.



    La fortaleza de Oropesa fue escenario de las luchas civiles habidas entre la princesa Isabel y su sobrina Juana “La Beltraneja”.



    Los Señores de Oropesa en un principio tomaron partido por doña Juana, pero después cambiaron de bando y apoyaron la causa isabelina.



    En agradecimiento a este respaldo, los Reyes Católicos, en 1477,
concedieron a Fernando Álvarez de Toledo, V titular del Señorío, el título de Conde de Oropesa.



    La política castellana del siglo XV fue un permanente cruce de alianzas y contra alianzas,
un constante juego de matrimonios.



    El I Conde de Oropesa contrajo matrimonio con doña María de Mendoza, y, muerta ésta, casó con doña María Pacheco, hija del todopoderoso Juan Pacheco, I marqués de Villena, favorito de Enrique IV, y de su segunda mujer, María Portocarrero, nieta de doña Juana de Mendoza.


    Su hijo, Francisco Álvarez de Toledo, II Conde, casó con María de Figueroa y Manuel, Toledo y Enríquez, hija de don Gómez Suárez de Figueroa y de doña María Álvarez de Toledo, hija del I Duque de Alba.
 

    Así, el III Conde de Oropesa será primo hermano del III Duque de Alba, “el Gran Duque de Alba”, mano derecha de Felipe II.




    La Condesa murió en 1515. Para enterrarla, el II Conde fundó, en el valle, a los pies del castillo, fuera de las murallas de la villa, en el Regajal, en el camino a Torralba, el convento franciscano de la Madre de Dios, para destinarlo a panteón familiar (hasta entonces los titulares de Oropesa habían sido enterrados en la capilla mayor de la iglesia parroquial de la Asunción).


    Durante generaciones, el llamado Pequeño Escorial será lugar de enterramiento de los Condes de Oropesa.



    Los condes construyeron también un pasadizo para comunicar el Palacio
con la iglesia de la Asunción. 




    Una hija de los III condes de Oropesa, doña Juana Lucas Álvarez de Toledo, casó con su primo don Francisco Pacheco, IV marqués de Villena y IV duque de Escalona.
 

    Su hijo, don Juan Fernández Pacheco, V marqués de Villena y V duque de Escalona, casó con una tía del que será el primer monarca Braganza de la Corona portuguesa: Doña Serafina de Braganza.




    La hija de los IV condes de Oropesa, prima hermana del V duque de Escalona, casará en 1596 con un tío del monarca portugués, hermano de doña Serafina: Don Duarte (Eduardo) de Portugal, de la Casa de los duques de Braganza y tataranieto de los Reyes Católicos, primo segundo de Felipe III.



    La razón de estos matrimonios fue la política de Felipe II de enlazar las aristocracias de España y Portugal para refrendar la anexión de Portugal.



    El hermano de don Duarte y de doña Serafina, el VII duque de Braganza,
casó con doña Ana de Velasco y Girón, hija del V duque de Frías, y ellos son los padres de don Juan IV “El Venturoso”, que será rey de Portugal.
 

    Así es que Juan IV, primer monarca de la Casa de Braganza, es primo hermano del VI conde de Oropesa y del VI duque de Escalona.




    En el siglo XVIII, en la persona de Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo, la duquesa de Alba pintada por Goya, se unieron los títulos de Oropesa y Alba.





    Hasta el siglo XVIII el castillo-palacio de Oropesa fue residencia habitual de los Álvarez de Toledo.


    Los Señoríos son abolidos en 1837. El castillo de Oropesa es abandonado.


    Tras una importante restauración, en 1930 fue inaugurado como Parador de Turismo, siendo el primer Parador instalado en un edificio histórico. El precio de la habitación era 25 pesetas.


    En los años 30, camino de Portugal, se detuvo aquí Somerset Maughan, y escribió: «En algunos pueblos y ciudades, el Estado Español ha establecido una cadena de Paradores,  especie de albergues donde el viajero puede estar seguro de encontrar todo el confort que desee, hermosas habitaciones, gran limpieza, modernos cuartos de baño y excelente comida.
 

    Yo he visitado varios de ellos y desearía dedicar algunos párrafos al de Oropesa. Mi intención era sólo parar a comer, pero lo encontré tan acogedor que decidí quedarme allí algún tiempo».



    Cerrado durante unas cuantas temporadas, en los años 60 se reabrió con el nombre de Parador Virrey Toledo, en memoria de Francisco Álvarez de Toledo, hijo menor del II Conde de Oropesa y que será Virrey de Perú.


    Aquí se han alojado, en el pasado, personajes como Carlos V o Teresa de Jesús,
y, en el presente, Francisco Franco, Giscard d’Estaign, John Major...


    El patio de armas del castillo ha sido escenario para el rodaje de películas, para representaciones teatrales...



    Hay dos espacios de comedor. Uno de ellos da al patio de armas
y a la torre del homenaje. El otro es el antiguo “Peinador de la Duquesa”, desde cuyo Mirador se contempla todo el valle y la sierra de Gredos.





    Del panteón condal no queda nada. Parte del convento fue convertida en fábrica de harinas y ahora es una especie de almacén destartalado, habitado por escandalosas ocas. El resto está en ruinas.





    Por los alrededores de la villa se abren caminos que conducen a Lagartera, a Torralba, a Corchuela... 




    Son senderos muy blancos, como de arena, que atraviesan campos de cereal.



    Tras las cercas, caballos, mulas, ovejas y vacas.



    En los trigales, grandes saltamontes, cigüeñas que de pronto alzan el vuelo.


    Mucho silencio; mucha luz. Al fondo, omnipresente, Gredos.


    La gente es sonriente, tranquila, sobria, amable; muy amable.


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